Por primera vez en la historia tenemos un Papa no europeo, latinoamericano y, por si fuera poco, argentino. Sin embargo, hay algunos que les encanta arruinar la fiesta de todos. ¿Otra vez con el pasado? Cansan. Saturan. Ya lo dijo el vocero del Vaticano: "es una campaña difamatoria de una izquierda anticlerical".
Por Juan Manuel Berlanga
Pasó todo al mismo tiempo. Habemus Papa. Es Bergoglio. ¿Eh? ¡Es Bergoglio!. ¡El nuevo Papa es argentino! Se va a llamar Francesco Francesco, por San Francisco de Asís. El de los pobres. Bien. Muy bien. ¡Vamos nomás!
“¿Y ahora qué va a decir Cristina?”, preguntó una señora que acaba de escuchar por la tele que se trata de religioso enfrentado a los Kirchner. ”¿Y Cristna? ¿Qué está haciendo que no sale a felicitarlo? ¿¡Eh!?”… “Seee, ahí lo felicitó, pero de compromiso nomás”.
¡El nuevo Papa es argentino!, la puta madre que los parió… (en ese tono que sólo los argentinos le podemos dar el significado de “no te lo puedo creer…”). Argentino… Je!... Un Papa argentino…
Como es rutina, todos los medios de comunicación del mundo, comenzaron a brindar datos para responder a la pregunta del momento ¿Quién es Bergoglio? Y antes que Francesco apareciera de blanco, con un sencillo crucifijo y hablara a los presentes casi desde el llano, su vinculación con el pasado más oscuro de la Argentina comenzó a filtrarse.
Mientras tanto, en el fin del mundo, las redes sociales explotaban. Las publicaciones de genuina alegría , de sorpresa feliz y de argentinidad al palo, se mezclaban con otras que hacían referencia a los años duros. Fotos de Videla y Massera con cualquier sacerdote ilustraban los posteos. “¿Es o no es ese Bergoglio?”, “No,no, ese no es Bergoglio, paren de difamar al Papa, cheee”.
¿Qué es lo que estaba ocurriendo? ¿Puede ser posible que no “peguemos una”? ¿A todo le tenemos que encontrar un “pero”?”.
De repente, la batalla por la dignidad de Bergoglio se convirtió en el clásico de todos los días. Los K versus los anti K. ¿Por qué? ¿Todos los kirchneristas repudiaban al nuevo Papa? ¿Por qué el presidente de Ecuador y el de Venezuela festejaban la noticia y los kirchneristas sólo recordaban su “complicidad con la dictadura”?.
En los medios pasaba lo mismo. El grupo Clarín festejaba la noticia como una victoria propia. Los políticos opositores se mostraban eufóricos. En la TV Pública la presidenta enviaba saludos y los periodistas hablaban del pasado de Bergoglio.
La felicidad del pueblo argentino y el brazo negro de la dictadura no es la primera vez que van de la mano. Durante el mundial de fútbol de 1978 y ante la conquista de la preciada copa, las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos “molestaban” a todo un pueblo feliz.
En aquella oportunidad, la respuesta fue la misma que utilizó el vocero del vaticano: "es una campaña difamatoria de una izquierda anticlerical". “Una campaña antiargentina”, como le gustaba decir a Emilio Massera.
Es paradójico, o no, pero se trata del mismo concepto que utilizó Bergoglio para calificar a un sacerdote de su diócesis que fue secuestrado y torturado por los militares. Ese mismo sacerdote, lo acusa de haberlo entregado a las fuerzas armadas.
Dicho documento, como todo otro conjunto de pruebas pueden encontrarse en una nota que publica este domingo Horacio Verbitsky en Página 12 (
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215961-2013-03-17.html). Desde hace años Verbitsky investiga los lazos entre la Iglesia y la dictadura en nuestro país. Ya en 1999 ponía a Bergoglio en la mira de sus investigaciones en dicho diario y en diversos libros de investigación. Por supuesto, no se trató nunca de un tema que despierte fervor entre la mayoría de los argentinos y por lo tanto la gran mayoría desconocía, desconoce y continuará desconociendo los hechos en profundidad. Sumados a estos, aquellos que directamente ven con buenos ojos toda la ayuda que pueda haberle prestado la iglesia a la dictadura. Que por suerte, son los menos.
Pero ya lo dijo Massera durante el mundial, lo escribió Francesco cuando era simplemente Bergoglio y lo repitió hace horas el vocero del Vaticano: "es una campaña difamatoria de una izquierda anticlerical". ¡Viva Argentina!
Un papa peronista
Francesco, es Bergoglio. O mejor dicho, Bergoglio ahora es Francesco. Y si bien los católicos fanáticos sólo hacen responsable al Espíritu Santo de dicha transfiguración, cualquier ser racional sabe, intuye o sospecha que la elección del Papa se trata de una serie de acuerdos entre los cardenales del mundo. Para algunos esa negociación es transparente y descuentan la buena fe y el deseo de que se cumpla la voluntad de Dios por parte de los cardenales. Otros sospechan que allí se ponen en juego otros detalles.
Y Bergoglio ha sido un gran articulador político. En sus años de juventud, cuando aún no había descubierto su vocación religiosa, militó en la derecha peronista, más precisamente en la Organización Única del Trasvasamiento, conocida como “Guardia de Hierro”. Sus habilidades en la materia le dieron muy buenos resultados dentro de la curia. Se ordenó sacerdote y a los pocos años ya ocupaba cargos jerárquicos. Su carrera fue vertiginosa y Juan Pablo II lo nombró cardenal.
Quienes lo conocen profundamente (incluso aquellos que son muy críticos de sus conductas) aseguran que su vocación popular, su preocupación por los pobres y su vida austera son parte de su ADN. “No hay una postura fingida al respecto”, aseguró hace algunas horas el sacerdote De la Serna (en una entrevista en donde dejó en claro no estar para nada contento con el nombramiento de Francesco).
Francesco es, entonces, un Papa peronista, populista y con una genuina inclinación ante los desposeídos. Cuenta, también, con una notable habilidad política y un manejo del discurso impecable. No es un gran teólogo, pero si un defensor a ultranza de los dogmas de la fe. Tanto es así que uno de sus picos de audiencia como jefe de la Iglesia argentina, se dio en medio del debate parlamentario por el matrimonio civil de personas del mismo sexo. En aquella oportunidad llegó a llamar a los religiosos a una “Guerra de Dios” y les aclaró, por escrito, a las congregaciones de que se estaba enfrente a una lucha del diablo en contra del plan salvífico de Dios.
Estado de situación
Francesco, el Papa de los pobres, sucede a un alemán con cara de pocos amigos, que renunció (hacía más de 500 años que no ocurría) al mando del trono de Pedro en medio de un escándalo internacional que comenzó con toneladas de denuncias de pedofilia, siguió con alarmantes denuncias de desmanejo de fondos y siguió con la filtración de cables secretos que ponían de manifiesto una red de favores entre religiosos homosexuales (Vati-ieaks). Ratzinger, o Benedicto XVI, contaba, además, con un pasado un tanto más complejo que el de Francesco: Había militado en las juventudes hitlerianas y participó en la II Guerra Mundial construyendo sistemas de protección anti-tanque.
Las primeras imágenes de Francesco hicieron recordar rápidamente a Juan Pablo II. Y desde el balcón le habló directamente al “pueblo”, palabra que hacía décadas no era utilizada por un Papa para referirse a sus fieles. “Los pobres, los pobres. Mientras avanzaba el recuento (de los votos) pensé en San Francisco de Asís, en su relación con los pobres. Y luego pensé en las guerras. Francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz. El hombre pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres!”. Bergoglio hizo más por su imagen y la del Vaticano, que Ratzinger en todo su papado.
Si bien la Iglesia Católica insinuó un cambio a partir del Concilio Vaticano Segundo, convocado por Juan XXIII y terminado por Pablo VI en 1965, el “Espíritu Santo” decidió que fuera la ortodoxia quien condujera los destinos de la institución. Y por lo tanto, las reformas que promovían lograr una “renovación moral de la vida cristiana de los fieles” y “adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo” , nunca fueron puestas en práctica. El propio Benedicto XVI se encargó de explicar la neutralización del mismo “hay que leer el Concilio en clave de continuidad y no en clave de ruptura con la tradición”,
En resumidas cuentas, Francesco se hace cargo de una Iglesia cuestionada moralmente y absolutamente alejada de la vida de sus fieles. Nunca ha cambiado tanto la sociedad y tan poco la Iglesia como en estos últimos 100 años.
¿Tiempos de cambio?
Bergoglio, el peronista, el populista, Francesco, el Papa de los pobres, tiene en sus manos una oportunidad única. Un conjunto de medidas, de mediano rango, podrían elevarlo rápidamente a un sitial trascendente de la historia.
Abrir la posibilidad de renunciar al celibato sería casi revolucionario. Pero darle a las mujeres un rol de mayor protagonismo no sería tan descabellado. El brazo firme contra la pedofilia parece ser un camino a desandar. A horas de ser ungido como el sucesor de Pedro, se filtró su exigencia para que el ex arzobispo de Boston, Bernard Law abandone el Vaticano. En los medios aseguran que, al verlo en la Basílica de Santa María, le aseguró a un colaborador: "No quiero que frecuente esta basílica", Law vive en las dependencias de ese templo desde que abandonó Estados Unidos, acusado de haber encubierto a 250 curas pederastas.
Su condición de latinoamericano lo coloca en un lugar inmejorable para pedir perdón, en nombre de la Iglesia, por las atrocidades y complicidades cometidas durante la conquista de América. Y los enfrentamientos históricos de Roma con Gran Bretaña, su condición de argentino y sus declaraciones pasadas sobre el tema, también le otorgan plafón para colocarse en un rol activo en la disputa por las Islas Malvinas. El primer ministro británico James Cameron ya acusó recibo de las mismas, al igual que las autoridades isleñas que gobiernan el destino de los kelpers.
La combinación de algunos de estos ítems harían de Francesco un Papa inolvidable y no le implicarían demasiados desgastes internos entre los cardenales que confiaron en él dándole su voto (guiados por el Espíritu Santo para quienes creen en los dogmas de la Iglesia Católica).
Aún es un misterio cual será su accionar respecto de lo que parece ser el eje de su gestión al frente de Roma: los pobres.
¿Será sólo un speach reiterativo en sus apariciones públicas? ¿Accionará dentro del terreno de la política? ¿Utilizará para ello las estructuras políticas de las embajadas que el Vaticano tiene diseminadas por todo el mundo? ¿Impulsará encuentros y diálogos entre los líderes del mundo? ¿Comprometerá a los demás líderes religiosos en una cruzada contra la pobreza?
Cualquier paso que dé al respecto, será un avance de una Iglesia opulenta y despreocupada por la justicia social. Durante su gestión al mando de la Iglesia Argentina hizo de los pobres un eje central y constante en sus apariciones públicas. Y también de las decisiones de política religiosa, por ejemplo, duplicando la cantidad de sacerdotes en las villas
El fin del mundo
Las primeras palabras públicas de Francesco fueron "Fratelli e sorelle” (Hermanos y hermanas), todo un símbolo. Y rápidamente bromeó con que los cardenales habían elegido a un Papa del fin del mundo Las masas, encandiladas por su presencia y los millones de televidentes que seguían el acontecimiento, tomaron con agrado la “buena onda” del nuevo Papa. Es que este descendiente de italianos, no deja de ser latino. Después de la imagen de Ratzinger, Bergoglio es Luis Juez
Algunos analistas aseguran que lo del “fin del mundo” fue, en realidad, un mensaje para el kirchnerismo, ninguneando ahora su poder territorial desde el trono más alto de la Iglesia. Suena desmesurado y supone la decisión de Francesco, de “jugar” como Bergoglio, “activando” políticamente en territorio argentino, colaborando con la oposición anti K.
Uno de los logros más interesantes del kirchnerismo a nivel de justicia social, es la salida de la línea de pobreza e indigencia de millones de argentinos. Los números oficiales (cuestionados, por cierto) aseguran que los indigentes pasaron del 21% al 5,4%. Esto significa de 8 a 2 millones de personas. Aún así, dos millones de indigentes (o el número que sea superior a este) son muchos argentinos. Y es, tal vez, una de las deudas pendientes más cuestionables de este modelo. Sobre esta línea fijó su postura crítica Bergoglio.
A diferencia del religioso, los líderes políticos de la oposición, apuntaron y continúan apuntando a cuestiones que seducen más a su electorado potencial. Sectores de clases media y alta consideran que la inseguridad, la libertad cambiaria, la inflación y la corrupción, son las imperdonables atrocidades del modelo K. “Los pobres” ocupan el lugar de damnificados por un modelo populista que compra sus voluntades con dádivas.
Mientras la oposición política y los ciudadanos de a pie antikirchneristas mantienen una visión absolutamente crítica e irreconciliable con el modelo, el resto del mundo ve en Latinoamérica un fenómeno nuevo. Los índices de crecimiento y distribución que se han producido en todos los países (con mayor o menor profundidad) son un hecho insoslayable.
El funeral de Chávez acaba de desplomar cualquier ninguneo “pitiyankee”. Los líderes del mundo han tomado nota de tal situación y las posiciones que ocupan Brasil, Venezuela y Argentina (tal vez en ese orden) y el resto de los países en los organismos internacionales es prueba de ello.
Tan dimensión ha adquirido, que por primera vez, han elegido a un Papa nacido en Nuestra América (para usar términos del líder bolivariano). Y ese Papa se puso de nombre Francesco. Y le pese a quien le pese, Francesco es Bergoglio.