jueves, 26 de septiembre de 2013

Don Manuel, el que también creó la bandera

20 de junio de 2012 a la(s) 0:36

Por Juan Manuel Berlanga

El 20 de junio celebramos el día de la Bandera. Y lo conmemoramos porque un 20 de junio murió su creador, Manuel Belgrano.
Pero Manuel, o don Manuel, como le decían en su época, sería un héroe de nuestra patria, aunque eso de mirar al cielo y pensar en el trapo celeste y blanco se le hubiese ocurrido a otro.
Se fue a estudiar a España y volvió con el título bajo el brazo. Pero se trajo algunas otras cosas más en la retina de sus ojos y en su corazón. Vivió muy de cerca la Revolución Francesa y leyó a cada uno de sus ilustres mentores intelectuales. Y a partir de que pisó suelo argentino, participó en cada evento, organismo, comité, charla clandestina y convite que se organizara en pos de la liberación de la Nación.
Y Manuel, el revolucionario, el capo de las milicias, el petiso valiente y corajudo, fue además uno de los grandes ideólogos de los sueños de mayo de 1810. No sólo de la idea de dejar de depender de España, sino de cómo organizar una patria grande.
Volvió de España en 1793 y dejó en claro la necesidad de educar al pueblo. Propuso crear distintas unidades educativas: Una escuela de comercio, una de náutica, la academia de geometría y dibujo, escuelas agrícolas, escuelas de hilanzas de lana y algodón. Y por supuesto las puso en marcha, dejando bien en claro que en nuestro territorio la enseñanza primaria sería gratuita y obligatoria para todos.
Y para el 25 de mayo de 1810, ya era uno de los cabecillas revolucionarios. Y Manuel era de los que, además de organizar, convocar, motivar y dirigir las tropas, iba al frente. Arriesgaba el pellejo.
Y así cómo no esquivó poner su vida en riesgo, tampoco le importó tener la misma conducta con sus bienes. No debe haber figura política de la historia argentina más honesta y desinteresada que Manuel Belgrano. A diferencia de tantos y tantos ejemplos del presente y del pasado, Manuel murió pobre, indigente. Entregando como paga a su médico su última pertenencia, un reloj de oro. Y nació en una de las familias más acaudaladas de aquel puerto de Buenos Aires. Todos sus bienes terminaron convertidos en armas, comida para las tropas, barcos, cañones, fundiciones de plomo y demás gastos que demandó la inmensa tarea de una patria libre.
Lo mejor que podemos hacer por Manuel Belgrano es aprender de sus enseñanzas. Pareciera que a lo largo de los años el único maestro a homenajear es Sarmiento. Y Belgrano fue tan grande, que también debemos recordarlo por su profunda mirada sobre la educación.
Hoy, 2012, los economistas comienzan a replantearse algunos conceptos fundamentales de esa ciencia. Y es por eso que incorporaron la idea de “Felicidad”, como un patrón, como un parámetro para analizar a la sociedad. Ayer, a principios del 1800, hace más de 200 años, Belgrano, al escribir sobre los pobres, elegía la palabra “infelices”. Y creía que la única chance que tenían de abandonar esa “infelicidad”, era a través de la educación.
De la educación obligatoria y gratuita. Y remarcaba, incluso, de “la mujer”. También fue Belgrano, uno de los impulsores del concepto de igualdad entre hombres y mujeres.
Y Manuel no quería cualquier educación. Pretendía un sistema educativo que apunte al progreso, a multiplicar la producción de los campos, a multiplicar el valor agregado de esas materias primas por medio de industrias y a exportarlas en barcos por los puertos.
Educación, amor al trabajo, progreso, felicidad. Esos fueron sus pensamientos, por ellos dio sus bienes y su vida. Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, aquí estamos, 200 años después, recordándolo. Su ícono de batalla, hoy es cada día más, nuestro emblema nacional.

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